Jorge Drexler está entre los centenares de cantautores disfrutables que no han hecho nada por romper los esquemas de la música y empujar sus límites, dedicándose en cambio a hacer lo que mejor les sale, sin deterse a pensar si es anacrónico o si ya se hizo antes. Son cantautores que priorizan hacerlo BIEN antes que hacerlo NUEVO. En el mejor de los casos este tipo de grupos logran inyectarle un cachetazo de frescura a un género viejo, adormilado y en declive, caso Franco de Vita o Ricardo Montaner: no inventaron nada nuevo, pero resucitaron de alguna manera espíritus del pasado que andaban medio dormidos. Otros logran investir con una personalidad propia aquello que hacen, caso Rubén Blades o Carlos Vives, que si bien tampoco inventaron nada nuevo, tienen un sonido inconfundible de acá a la China. Drexler, lamentablemente, no cuadra con ninguna de las dos salvedades mencionadas, por lo tanto queda reducido a lo mínimo: un cantautor que hace lindos temas y nada más. Obviamente hacer lindos temas es lo más importante, lo principal, pero lo cierto es que Drexler no es el único interprete capaz de hacer lindos temas; es solo uno más.